Ricardo Legorreta. Inagotable artista y aprendiz eterno
Blog informativo sobre vida y obra de Ricardo Legorreta. Creadores: Hipólito Hernández Ana Hernández Corona Luis Ignacio
miércoles, 29 de mayo de 2013
Estructura del Posgrado de la Facultad de Economía.
La base estructural del edificio es de acero y se encuentra recubierta con placas de concreto color rojizo, en cuya composición hay polvo de mármol de Guerrero.
Los dos volúmenes en forma de rectángulos se apoyan uno sobre otro y se cruzan para dar vida al volado que caracteriza a la edificación, estructura que implicó uno de los mayores retos del proyecto, junto con la cimentación, ya que, derivado de la porosidad de la roca del terreno y de la poca homogeneidad del lugar, se encontraron grietas y cavernas que hicieron más complejo el trabajo, como lo explica el ingeniero Héctor Hernández, coordinador de la obra por parte de la UNAM, y encargado de los concursos, licitaciones y seguimiento de obras de la Dirección de Construcción.
La fabricación y montaje de la estructura metálica que da vida al volado se ejecutó parcialmente en un taller, comenta el ingeniero Francisco de Pablo, director general de la Dirección de Obras y Conservación de la UNAM y coordinador de la obra. “Se requirió de una muy buena elaboración de planos para que cuando llegaran las piezas a la obra, el montaje no fuera complicado”, detalla.
La base del edificio es un círculo -que acoge a la biblioteca- hecho de piedra igual a la piedra natural del terreno, con la idea de simular que el edificio surge de la tierra. Esta base que detiene a los dos volúmenes rojos que se intersectan, forman a su vez, parte del concepto de hacer un edificio que en sí mismo fuera escultórico, dice Víctor Legorreta.
“El primer volumen tiene un puente en el que se forma una gran ventana que enmarca la zona destinada a la reserva ecológica y que es el remate de un eje de comunicación con los otros edificios de posgrado -logrando con esto una integración con el entorno-, con los que comparte una plaza de acceso del estacionamiento, que a su vez sirve para tener una separación con los edificios colindantes”, detalla la memoria descriptiva.
“El acceso al edificio es por medio de un vestíbulo a cubierto el cual es formado por la parte baja del volumen que forma un puente”, detalla el documento.
Según explica el arquitecto, en los renders originales el volado estaba detenido por una columna y las ventanas del edificio eran rectangulares.
Sin embargo, conforme se fue dando la planeación se dieron cuenta de que podían eliminar la columna si se hacía una armadura de acero como estructura. Esto cambió la forma de las ventanas, que ya no pudieron ser rectangulares.
“Este es un caso claro que muestra que en lugar de entercarnos con hacer las ventanas cuadradas o rectangulares, salió una versión más interesante y original al tener una solución estructural más sencilla y barata”, comenta Legorreta.
“Queríamos hacer un edificio de primer nivel, digno para ser el de maestría para la UNAM, pero nunca se quiso un edificio ostentoso”, agrega el arquitecto.
Como una forma de reducir costos, la Dirección de Obras y Conservación de la UNAM licitó el proyecto y consiguió que cada parte de la construcción la hiciera la empresa más experta en los diferentes procesos constructivos.
Los encargados del proyecto también realizaron consultas entre miembros de la comunidad del posgrado de Economía, así como entre especialistas de la Facultad de Arquitectura y del Instituto de Biología y del Jardín Botánico de la UNAM, quienes colaboraron en las decisiones de las plantas que se utilizarían en las áreas verdes. Con esto se logró que las zonas naturales conformen 40% del área de planta en las azoteas.
La luz natural, los jardines y los espacios externos son otros elementos que se incorporan al diseño con el fin de que el edificio cuente con iluminación y ventilación natural, lo que a su vez reduce al máximo el consumo de energía.
RICARDO LEGORRETA - SUS EDIFICIOS
Estudió la carrera de 1948 a 1952. Su primera formación bajo la tutela de José Villagrán dio frutos tempranos (varios edificios de Ciudad Universitaria, edificio y cine Las Américas) y aunque en lo plástico después tomaría otra dirección que la de su maestro, no dejó de lado su forma de ver el diseño y su preocupación por los usuarios.
Al fundar en 1964 el despacho Legorreta Arquitectos, junto con Carlos Vargas padre —su hijo es socio hoy— y Noé Castro, los tres jóvenes forjaron obras que con el tiempo se han vuelto imprescindibles. Era la solución integral la que hacía competente su arquitectura, que no se basaba especialmente en su apariencia, noción que hasta la fecha se conserva en su trabajo.
El uso de la fachada-estructura en la ahora Comisión de Derechos Humanos del DF, revela un concepto de economía y estética sobresaliente.
De su primera época destacan las oficinas y laboratorios Smith, Kline & French, 1964 (hoy Comisión de Derechos Humanos del DF); el Hotel Camino Real en Polanco, 1968; la fábrica Automex, 1964, y el edificio para Celanese Mexicana, 1968.
El Camino Real internacionalizó a Ricardo Legorreta. La participación de Mathias Goeritz, Alexander Calder y Rufino Tamayo acentuaron su valor. Foto: Allen Vallejo.
Después vendrían complejos de gran talla como el Hotel Camino Real en Cancún, de 1975, o la Fábrica IBM en Guadalajara. Los años 80 marcarán el inicio de su exportación, específicamente a los Estados Unidos. De esta época son la Casa de Ricardo Montalbán —el actor—, en Los Ángeles, California (primer obra en el extranjero, 1985) y el Museo Discovery en San José, en el mismo estado, construido en 1989.
Comenzando los 90 son los proyectos de carácter público los que predominan. Se concibe El Papalote Museo del Niño y se presentan encargos de alta importancia como el Centro Nacional de las Artes (1994), invitando a arquitectos como Enrique Norten, Teodoro González de León y Javier Sordo Madaleno. Sobresale la Catedral de Managua en Nicaragua (que se hizo en base a donativos) de 1993 y la remodelación al Zoológico de Chapultepec, además de diferentes comisiones en suelo estadounidense, en especial en California, como la notable Pershing Square de Los Ángeles.
La Catedral Metropolitana de Managua posee 63 cúpulas. Foto: Lourdes Legorreta.
La firma, a partir de esta etapa, ya no detendría su expansión hacia los demás continentes, diseñando y construyendo desde casas y hoteles hasta museos y universidades en países como Israel, Qatar, Grecia o Corea.
RICARDO LEGORRETA
Jamás se consideró a sí mismo un gran arquitecto. Solamente disfrutaba haciendo su trabajo. Como un fino relojero, cumplía lo prometido y era tan dedicado para diseñar y construir una torre como lo hacía para una casa. No creía en el sello distintivo, más sí en las ideas, en lo que funcionaba bien.
Ricardo Legorreta Vilchis nació en 1931 en un México que se debatía entre la religión centenaria y un estado totalitario. Ése año se estrenó Santa, la primera película sonora mexicana.
Cuando decidió ser arquitecto se estudiaba la carrera en la Escuela Nacional de Arquitectura en la Academia de San Carlos de la UNAM, por cuyos pasillos caminaron Tolsá, Tresguerras, Mariscal, Pani y Ramírez Vázquez.
Antes de cumplir 18, ya trabajaba para José Villagrán García, uno de los mayores exponentes de la arquitectura racionalista en México y Latinoamérica. No pasó mucho tiempo para que ascendiera desde dibujante a jefe de taller y finalmente a socio. A principios de los 60, sus caminos habrían de separarse. Ricardo había desarrollado ya la seguridad para abordar los proyectos con su impecable sentido de la responsabilidad.
En entrevista realizada por el arquitecto Federico Campos en 2006, Legorreta recordó esta etapa con su mentor: “Me educó como no tienes idea. Yo ya no lo aguantaba. Todavía después mantuve con él una relación muy cercana. Me regañaba. Me dijo: pues mire usted, están muy bien sus obras, pero yo creo que usted tiene un concepto de despilfarro. Los espacios que usted está haciendo no corresponden a este país”.
Las proporciones que perfeccionó con los años, “se da uno cuenta de los errores hasta que ya están construidos”—decía—, hacían ver menos altos los cuerpos de sus edificios, escondiendo con cierto misterio los varios niveles que contenían. La luz en los interiores es siempre generosa y por lo normal útil y la expresividad de su geometría se lee sin complicaciones.
Por décadas comparado con Luis Barragán, a quien conoció desde muy joven y con quien después trabajó, sus elementos poseen reminiscencias innegables del primero. Sin embargo, se separa también. La escala de los proyectos que ha realizado requiere la solución de extensos programas y diseños estructurales complejos, mientras que conserva el gusto por explorar cuerpos entresacados que dota de revestimientos perennes, ya sea el azulejo, el tabique y hasta la piedra.
En el libro Luis Barragán, La Revolución Callada (Skira, 2002), el propio Ricardo escribe sobre su amigo: “La profunda influencia que ejerció sobre mí fue en el ámbito de los sentimientos, de la amistad, de la espiritualidad, y en sus últimos años, en la comprensión de la muerte”.
Sin embargo Legorreta nunca se autodefinió bajo un específico estilo; pero al final, inescapable, lo acuñó paulatinamente con la suma de sus creencias.
Ya como Legorreta + Legorreta (2001 al presente) obtuvo la Medalla de Oro de la Federación Panamericana de Asociaciones de Arquitectos, así como diferentes doctorados otorgados por universidades de gran prestigio. Muchos de sus edificios han sido premiados por organismos, bienales, gobiernos e institutos de todo el planeta.
En 2010, fue su querido colega Francisco Serrano (autor de la Universidad Iberoamericana y la T2 del Aeropuerto de la Ciudad de México) quien lo eligió para recibir el Reconocimiento a la Trayectoria que otorga el Encuentro Nacional de Arquitectura y Diseño de Interiores, ENADII. Al presentar el premio, Serrano se refirió a Ricardo Legorreta como “El representante más importante a nivel mundial de la arquitectura mexicana”.
Aceptándolo dijo: “La única tristeza en mi vida es ver que no tenemos lo que nos merecemos. No les hemos dejado a ustedes lo que se merecen. Una de las razones es básicamente porque no creemos en nosotros. […] ¡Somos buenísimos¡ ¡Éntrenle con toda la decisión del mundo!”.
martes, 28 de mayo de 2013
Edificio de Posgrado de la Facultad de Economía, UNAM, Ricardo Legorreta
Ubicación: Ciudad de México, México
Área: 5,500 m2
Cliente: Universidad Autónoma de México
Diseño de Interiores: Legorreta + Legorreta
Diseño de Paisaje: Legorreta + Legorreta
Año: 2010
Premio a la “Obra del Año 2010″. Revista Obras. México
Dentro de la abrumadora continuidad compositiva y formal existente en el conjunto de las obras de Legorreta, existen algunas recientes que han diversificado su experiencia proyectual. Dos de estos proyectos previos tienen que ver también con temas educativos, ambos realizados en la ciudad de Monterrey, en el estado de Nuevo León. Se trata de la Biblioteca Central Magna Solidaridad, 1994 y la Escuela de Graduados EGADE, 1999. A lo anterior se suma ahora el proyecto de la Escuela de Postgrado de Economía de la UNAM. Esta última cuenta con 5529.00 m2 construidos, distribuidos en cinco niveles, contando con biblioteca, auditorio, salones de clase y para seminarios, centro de informática, cubículos para profesores, salas de estudio para estudiantes, áreas administrativas, servicios, terrazas de distribución y convivencia, mas estacionamiento a descubierto.
El emplazamiento del conjunto de la escuela da frente hacia la avenida de los Insurgentes sur, contando con una orientación dominante para las zonas de estudio oriente poniente. Tres componentes volumétricos constituyen el planteamiento de diseño, sobrepuestos claramente cada uno sobre otro. Un primero de doble altura, que da la impresión de emerger de la condición volcánica del lugar, de forma circular, terminado con recubrimiento de piedra, estableciendo una cierta continuidad entre el entorno natural y la volumetría del edificio, aloja básicamente los servicios bibliotecarios. El segundo, predominantemente lineal, a manera de un bloque que cuenta con un pórtico monumental, puerta de entrada, vestíbulo de distribución general y alojamiento en la parte superior de la zona de salones y cubículos de profesores. Un tercero, ubicado en la parte más alta, que aloja la dirección y algunos cubículos de profesores, perpendicular al segundo dominante, cuenta con una importante sección en voladizo, gesto formal imponente, que sin embargo recuerda otros más, elaborados con anterioridad en distintos proyectos, por variados autores, en diferentes lugares del mundo.
Evidentemente se busca de principio, en la propuesta de diseño, la monumentalidad y la expresividad estructural. Resulta interesante el juego de contrastes formales, volumétricos, direccionales, de materiales, texturas y colores, de vacíos y macizos, a lo que se suman las variedades de claroscuros. Secuencias de patios y terrazas, incluyendo la azotea del volumen dominante, a veces a cubierto y otras más al aire libre, se convierten en lugares de distribución y convivencia, con variedad de atmósferas vivenciales. Se contemplaba en la propuesta original, una importante intervención plástica del reconocido artista oaxaqueño Francisco Toledo, a la manera de las grandes realizaciones que identificaron el movimiento denominado Integración Plástica y que en Ciudad Universitaria adquirió notable relevancia a mediados del siglo pasado. Hasta ahora esa intervención se ha ejecutado parcialmente en algunos detalles del auditorio.
Se trata de un proyecto eficiente, ordenado -en el que se pueden identificar con claridad sus componentes programáticos- que a la distancia recuerda otra obra del mismo Ricardo Legorreta, los laboratorios Smith Kline, del año 1964. Se muestra en una buena cantidad de detalles, el cuidado y calidad de las soluciones que son característicos en las obras de este arquitecto. Sin embargo, a comentario de algunos de los usuarios que han comenzado a utilizar el lugar, les preocupan las ganancias de calor en los salones de clase y la incidencia solar directa, ya que no cuentan con protecciones exteriores que regulen y reduzcan lo anterior.
Se suma a las inquietudes el ruido constante, proveniente del flujo de automóviles, dada la proximidad de la ave. de los Insurgentes, al abrir las ventanas de los mismos salones y algunos cubículos de trabajo. Asumiendo que el proyecto está recién terminado e inaugurado, valdría la pena que el estacionamiento exterior, que da frente al edificio y la plaza posterior del conjunto, contaran con tratamientos paisajísticos más elaborados, procurando sombras y con ello hacerlos mas amables y vivibles, acordes con la naturaleza y calidad del entorno preexistente. Como inquietud se comenta también, una cierta problemática en cuanto a la fuerza del viento, que cruza por las terrazas y patios abiertos, que forman parte sustancial del corazón del conjunto.
La propuesta de diseño descansa sobre la fuerza y masividad volumétricas, en base a contundentes formas geométricas simples, el llevar ciertas condiciones de trabajo estructurales hasta situaciones límite, experimentando también con la idea del vacío, además de continuidades y secuencias espaciales, que van desde los ámbitos propiamente exteriores, transitando por circunstancias intermedias, ambivalentes entre exterior e interiores, hasta la privacidad de los lugares propiamente interiores, de trabajo. Se suman a lo anterior las atmósferas con un carácter intimista, que son característicos en las obras previas de Ricardo Legorreta, Arquitectura que mantiene la presencia de signos asociados a la cultura nacional, al mismo tiempo que representa la cultura global a través de lenguajes y repertorios formales y compositivos referidos al minimalismo expresivo. La Escuela de Postgrado de Economía de la UNAM es un proyecto serio, digno, bien ejecutado y que significa la posibilidad de tránsito por nuevas veredas en el hacer profesional de Ricardo Legorreta. Finalmente, habrá que esperar, que las obras que se realizan próximas a esta escuela, hayan sido consideradas dentro de un plan armonioso de conjunto, para que logren representar una nueva etapa, dentro de las instalaciones de la UNAM y estar todas a la altura de aquellas otras, que han sido consideradas patrimonio de la humanidad.
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